Tras la experiencia de 2016 cuando los resultados de las encuestas fallaron, la historia parecía repetirse al posicionar a Joe Biden varios puntos porcentuales por arriba de Donald Trump. Sin embargo, en esta ocasión las encuestas reiteraron su confiabilidad.
Existe una variedad de explicaciones del porque los resultados fueron desatinados en el anterior proceso electoral de Estados Unidos, algunas de las hipótesis apuntan diversos sesgos metodológicos, desde haber perdido de vista el número de votantes indecisos hasta obviar variables como el nivel educativo.
Nate Cohn publicó, en el diario “The New York Times”, un análisis bajo el titulo “¿Qué necesitaría Trump para ganar? Que las encuestas se equivoquen más que en 2016” advierte que en esta ocasión “los encuestadores tendrían muchas menos excusas que hace cuatro años para no estar a la altura de las circunstancias”.
Asimismo, destaca que en aquella ocasión “Hillary Clinton ganó el voto nacional, como las encuestas sugerían que ocurriría, e incluso las encuestas estatales no eran tan deficientes, fuera de un puñado de estados de clase trabajadora, en su mayoría blancos, donde había relativamente pocas encuestas de alta calidad en la última etapa de la elección”.
Otro punto en el que hace énfasis es que en esta ocasión “hay muchos menos votantes indecisos o de partidos menores. Hace cuatro años, las encuestas mostraron un gran número de votantes que estaban indecisos o apoyaban a un candidato de un partido menor, y siempre fue una pregunta abierta cómo votarían al final estos electores”.
Subraya también el declive en las tasas de respuesta a las encuestas telefónicas y el aumento de encuestas en línea, en las que existe un menor control lo que puede repercutir en un mayor margen de error.
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